viernes, 21 de noviembre de 2008

POR QUÉ CREO EN DIOS

Mi vida siempre ha tenido un monótono tinte de normalidad, que no es necesariamente ni bueno ni malo. Nací en una familia cristiana, aunque mis padres no. El contexto religioso de mi madre era el estándar español: familia católica por tradición. Pero a eso de los 16 años entregó su vida a Dios por miedo al infierno. A mi padre, tras la separación de mis abuelos, lo único que le preocupaba era estar colocado la mayor parte de tiempo posible. Cuando tenía 23 años, un loco entró en el bar donde solía traficar con sus amigos y le dijo que Dios le amaba. Dejó la heroína, y de la noche a la mañana era una persona diferente. Y sobria.

Yo creía en Dios. Dios había cambiado a mis padres. Iba todos los domingos a la iglesia con ellos, a los 13 años había leído la Biblia varias veces desde el Génesis hasta el Apocalipsis y siempre ganaba los concursos de preguntas bíblicas. Y todo eso estaba bien, me gustaba.

Poco antes de cuplir la mayoría de edad, mi mejor amigo e hijo del pastor me dijo que era homosexual. Yo conocía la Biblia, y sabía lo que decía acerca del tema. Esa noche, después de llorar largo y tendido, empecé a pedir explicaciones a Dios. Por qué hay gente que cree y gente que no? Por qué hay que creer? Si tú sabías cómo iba a acabar todo esto, Dios, por qué seguiste adelante?

Hoy, mirando atrás, me doy cuenta de que no conocía a Dios. Es como si te dicen desde pequeño que tienes un tío en Tombuctú, y te cuentan historias sobre él, pero nunca le has visto. Si no, cómo es que Marta, un pequeño ser dentro un minúsculo planeta dentro de un ínfimo sistema solar dentro de una entre miles galaxias que conforman un universo infinito, cómo es que Marta osa demandar una explicación del creador de ese universo? No, si yo hubiese conocido a Dios personalmente jamás se me hubiera ocurrido hacer tal estupidez.

Mi tendencia a ser analítica y racional me arrastró a un pesimismo exacerbado, y en un intento por no deprimirme, opté por el cinismo. Me jactaba de encontrar los fallos a las cosas antes que nadie. Las personas, con pocas excepciones, me caían mal. Veía sus fallos como si los llevasen escritos en la frente. Y la iglesia? Pfffff, esa se llevaba mis mejores reproches. Acaso era yo perfecta para sentenciar de esa manera a los demás? En absoluto, pero eso lo solventaba siendo tremendamente autocrítica. Llegué hasta el punto de no soportarme a mí misma.

Mientras tanto seguí con mis legítimas preguntas. Yo era, como una vez escuché decir a alguien por la tele, "demasiado arrogante como para creer en algo que no entendía". Una beca para estudiar en el extranjero fue mi excusa perfecta para huir de mi familia cristiana, mi iglesia y mi país. Necesitaba un cambio de aires. Pasé dos años dando la espalda a Dios. Creía que existía? Sí, pero seguía sin saber cómo era. A veces me daba por pensar que era una especie de tirano cósmico, otras simplemente me inclinaba más por la opción de un ser celestial lejano e indiferente al que se le habían ido las cosas de las manos. De todas formas tampoco me interesaba demasiado.

Un verano me dio la vena solidaria. Para variar, me sentía bien y, generosa yo, quería hacer algo por la maltrecha humanidad. Decidí irme un par de semanas a algún país en vías de desarrollo y compaginar mi derroche de bondad con algo de turismo. Ya os he contado que no era muy aficionada a hacer amigos, así que me apunté a un viaje que organizaba mi antigua iglesia con gente que ya conocía. Al fin y al cabo, había renegado de Dios, pero no de mis amigos.

El afortunado país que iba a recibir mi visita y buenas intenciones resultó ser Ecuador. En algún punto de la cordillera andina a cuatro mil metros de altitud, pasé dos buenas semanas rodeada de gente agradable, la mayoría médicos. Ayudaba a clasificar las medicinas en una farmacia improvisada, para que cuando los pacientes quéchuas saliesen de la consulta del doctor se pasasen a recoger las preciadas pastillitas. Entretenía a los niños mientras sus padres esperaban varias horas para ser atendidos. A veces jugábamos al escondite inglés, otras intentaba explicarles lo importante que era que se lavasen las manos antes de comer o que no tirasen la basura al suelo. También dibujábamos, cantábamos, ... Sí, todo muy idílico.
La víspera de nuestro regreso a España, unas chicas quéchuas nos hicieron un baile de despedida a modo de agradecimiento. La actuación no fue ni mucho menos espectacular, y la música resultaba bastante estridente. Sin embargo, sentí la gratitud sincera de esas chicas hacia nosotros, a las que simplemente habíamos dedicado 14 míseros días de nuestras vidas. Fue entonces cuando me vino a la cabeza algo tal que: "cómo puedes ser tan ingrata después de lo que Dios ha dado por ti?". Llámalo revelación, efectos secundarios del dolor de oídos o como quieras. El caso es que en ese momento entendí.

Entendí que Dios, aún sabiendo que iba a tener que derramar hasta la última gota de su sangre para arreglar los errores del hombre, le creó con libre albedrío. Si eso no es amor, dime tú lo que es. Y mis dudas se resolvieron? No. Pero a la luz de esta verdad, ya no importaban.

No se abrió el cielo, no bajaron ángeles. Ni siquiera empecé a ir a la iglesia a partir de entonces. Eso fue un proceso posterior, en el que tuve que permitir a Dios que cambiase mi orgullo por humildad (aún no ha terminado), en el que tuve que literalmente entrenarme a pensar bien de la gente, etc. Pero eso lo dejaremos para el siguiente capítulo.

Y esta es la historia de por qué creo en Dios.

17 comentarios:

marta dijo...

Dios mío, qué largo...
Queríais caldo? Dos tazas!

Chantik dijo...

Que si que si Marta, no intentes justificarte. Era necesario que escribieses todo eso y lo has hecho, y ha molado. Adelante con el segundo capítulo!!!

Anónimo dijo...

Yo quiero ver el segundo capitulo!!

Julie dijo...

Sip ! Yo tb quiero ver el segundo capitulo, aunque este muy lejos en la Fraancia, me gusto mucho leerte = )

Kenny dijo...

Gracias Marta. Tienes una habilidad tremenda para sintetizar información a modo de historia que emociona.

marta dijo...

Que es mentira, no hay segundo capítulo!

Olguita dijo...

Estoy con Kenny. Gracias Marta!

Arwen dijo...

Gracias Marta.. de veras. Me ha encantado.

DEL_DAN 但 dijo...

yo que no me suelo leer estas cosas, me lo he leido.

es como un testimonio no en plan muchachada nui, sino de los de verdad, donde mola saber algo mñas de Marta.

Chantik dijo...

"no en plan muchachada nui" jajajajajaja, porque cuando decimos testimonio es lo que se nos viene a la cabeza... jaja

Un beso a todos, os echo de menos gente

Nicolás dijo...

seguro ke hay 2cap, la cuestión es si te apetece escribirlo jejeje... a mi tambien me ha gustado mucho lo ke has escrito y ke guay como Dios hace las cosas. Te atrajo de la manera ke solo Él puede... Os 11:4.
Un abrazo Marta. Echo de menos el sonido y aki me ha servido...por lo menos las cosas me suenan eee jejeje

¡¡LUUUUU!! dijo...

Martaaaaaa, ¡donde esta el segundo capitulo!- yo lo quiero leer aunque este lejooos y aunque no te conocí tanto.

tián. dijo...

Hola Marta. ¿De dónde salio el escribir este primer capitulo? Me ha sorprendido la iniciativa. Un Abrazo.

marta dijo...

Desde que una chica me dijo que necesitaba que alguien le pusiera en las manos algo que le inspirase a creer. Al día siguiente lo escribí. No sé si inspira o no, pero es lo único que sé. Aún no se lo he dado...

Anónimo dijo...

Que una tenga que leer un blog para enterarse de la vida de su hermana...aissss.
matitaaaa, un besete!

maria

marta dijo...

pero si te he pasado yo el link!!

tián. dijo...

Si te nacio escribirlo, sera por algo; aunque no se vean unos resultados aparentes.Ya me contaras como fue.