El ayuno

El nombre asusta. Hace que el estómago te avise de que no se la juegues. Tu mente te dice que no eres capaz. Pero también hay algo en ti que intuye cierto poder en el concepto. Sientes que puede que sea verdad lo que dicen.

El ayuno se puede hacer de muchas formas distintas. Originalmente significa no comer por un tiempo prolongado. De ahí la etimología de la palabra "des-ayuno": cuando lo rompes por la mañana. Pero el significado espiritual se resume en dejar algo que es importante, incluso esencial en tu vida - como puede ser la comida - para centrarte en lo más importante, en mi caso, Dios.

Ayer ayuné después de no haberlo hecho en mucho tiempo. Hacía tiempo que luchaba con algo, y no sabía muy bien el qué, pero afectaba mi relación a todo el que tenía a mi alrededor: amigos, mi mujer, mi trabajo, incluso la iglesia y las limpieza de la casa (bueno, vale, eso no). Era bastante difícil, intenté aguantar y fui capaz de seguir funcional en cuanto a la mayoría de las cosas, pero la gente lo notaba, y lo demás me cargaba. Llegó una gota insignificante que colmó un vaso en el que había metido mi vida, y casi se rompe.

Casualmente esa mañana había leído un rato la Biblia y me había frustrado, como todos los días, pero esa misma mañana había hecho un compromiso a Dios para ayunar al menos la comida (admito avergonzado que me ayudó pensar que así también ahorraría dinero, que voy justo). A las tres o así, reñido con el estómago, estaba luchando con un tema en el trabajo y mi jefa, viendo mi desesperación (aparentemente se me notan mucho los cambios de humor, o eso dicen) me dijo que me fuera a dar una vuelta un par de horas y luego a ver si me inspiraba más.

La tentación de comer fue muy fuerte, pero luché. Y esta lucha, la primera parte del ayuno, y la más dura, es nuestra, y no de Dios, porque primero hay que tomar la decisión de hacerlo y permanecer fuerte. Fui muy lentamente hasta la iglesia para encontrar un sitio silencioso donde orar, encontrándome por la calle al pueblo de Dios desparramado en grupitos de tres. Al fin llegué y pude pasar 30 intensos minutos conectando con Dios. No fue el mejor tiempo de oración en mi vida, no recibí mucha revelación que no se tratara de recordatorios del pecado que tenía que expurgar de mi vida. Pero cambió mi rumbo completamente. Salí nuevo, renovado y sabiendo dónde poner mis ojos y cuál era el sitio que debía tomar lo demás. Volví a recordar la fuerza en hacer que incluso tu cuerpo (alma, mente y cuerpo) se centre en una persona, en la cruz, y en una resurrección, y dejar que todo lo demás encuentre su lugar en fila detrás de esa Visión. Me acordé de que una vez Dios me prometió que si yo le seguía a él, se encargaría de mis problemas. Y se lo recordé a él. Y me empezó a quitar toda la mierda que me cubría - con la que yo me había cubierto - para volver a verle claro y marchar en esa dirección. Y me encaminé hacia él otra vez. Hoy me levanté diferente. Para empezar, más pronto, pero también con la certeza de estar donde tenía que estar y de tener a alguien conduciendo mi vida que no me iba a dejar en el valle de la oscuridad.

El ayuno vale la pena. A lo mejor no ha de tratarse siempre de la comida. Busca las cosas que toman el primer lugar en tu vida y déjalas durante un tiempo para centrarte en Dios. Una vez te hayas librado de lo importante, y eso lo tienes que hacer tú, verás lo absolutamente importante. El propósito es, literalmente, centrarte y poner tus ojos en Cristo, luego él se encarga de que todo lo demás esté en su sitio y de guiarte en la dirección correcta. Pero el primer paso lo damos nosotros.

Eso sí, cuando ya practiqué el "des-ayuno" (que fue a la hora de cenar...porque tenía gente en casa), disfruté como un músico tocando jazz ardiente en un piano en llamas.