Hoy leyendo el final de Gálatas 3 y el 4. Hay mucho allí que me ha dado que pensar y orar, pero me he quedado con una cosa principal. En el texto del 4:11-12 una de las traducciones que leí pone "Hacer cosas para Dios es el opuesto de entrar en lo que Dios hace para ti". No me lo puedo quitar de la cabeza.
No es lo mismo hacer algo bueno, o algo que es "de Dios" o algo "para Dios" que entrar en lo que Dios está haciendo como una pieza más, sin la ambición de "darle
algo a Dios" o de "servirle". ¿
Qué leches le vamos a dar a Dios? O, mejor, ¿cómo nos atrevemos a pensar que nuestra creatividad en pensar qué vamos a hacer para él va a ser interesante o, más aún, acertado? Es absurdo. Dios hace las cosas y nuestro deseo debe ser
participar en estas cosas en la medida que él nos permita. Éso sí es una pasada y
siempre será lo acertado. Hasta Jesús, el único en toda la historia de la humanidad que podría haberse puesto de meta "hacer algo para Dios", dijo que veía lo que hacía el Padre (Dios, por si alguno no lo pilla) y hacía lo mismo. Nunca dijo que hacía nada más. Nunca.
¿Cómo podemos cambiar nuestra vida para hacer esto, para participar en lo de Dios y no inventarnos otra escalera al cielo? Pongamos la pregunta al que ilustra la Biblia, ¿cómo lo hizo Jesús? Cada mañana, cada momento libre, cada noche buscaba a Dios solo. Meditaba en silencio delante del Padre hasta que tuviese las cosas claras, y luego salía y las hacía. ¡Qué importante es la oración! Y no la oración de petición, sino la oración del silencio, de escuchar a Dios, de estudiarle, escudriñar su palabra, sus principios, sus ejemplos...de ver qué está haciendo en el mundo, a quién está utilizando, y de involucrarnos en seguida donde
sabemos con certeza que él se está moviendo. La importancia de la oración.